El exilio
El exilio es una condición voluntaria o involuntaria que se vive, tomando las palabras de Gerig con una pesada carga metafísica o como decía Said, con una tristeza perenne. En el decurso de la historia y por los acontecimientos del siglo XX esta palabra se ha ido llenando de una connotación política muy fuerte, casi exclusiva, sobre todo porque se asume que el exilio es la condición de aquel que es obligado por la fuerza política o por condiciones extremas a dejar su patria. Las condiciones extremas generalmente son entendidas como condiciones materiales exclusivamente, pero lo cierto es que el exilio es también, o quizás sobre todo, una atribulación espiritual y es esta, precisamente, la dimensión que nos interesa: los efectos espirituales, emocionales e intelectuales de estar separados de la tierra en la que nacimos.
La separación del exiliado de la tierra que lo vio nacer está mediada por una distancia que entendemos principalmente como una distancia física, geográfica, pero existen otras formas de distancia: hay distancias éticas, morales, intelectuales, emocionales… Estas distancias hacen que sea posible que la condición del exiliado, en términos de extrañamiento, se geste aun estando adentro del país al que se pertenece, esto puede ocurrir en cualquier circunstancia, pero es especialmente posible en aquellos contextos en los que los cambios han sido tan acelerados que han producido un nuevo orden social y el sujeto se halla preso de una forma de ordenamiento que le es ajena y a la que no puede integrarse, generando un afuera del adentro. Es esta la peor forma del exilio, porque es la que convierte al exiliado en un testigo ocular de la inversión de todas de sus coordenadas, del sometimiento de sí mismo y de los demás al nuevo orden, de la imposibilidad de verse como parte de la comunidad imaginada que funda la nación en el propio territorio que le pertenece, esta desdicha también se encarna en el cuerpo y marchita el corazón.
De allí nace la revista El exilio: de la angustia, la nostalgia, la tristeza, de esa sensación profunda de estar solo y sin amigos… pero también nace de la indignación, la esperanza y la voluntad, porque la condición del exiliado, pese a todas sus dificultades, despierta otra forma del pensar, una que contrasta, que compara, que se mira desde otro lugar, desde afuera, que reconoce la existencia de otros mundos posibles, aun cuando siempre añore el suyo.
La condición del exilio en el presente está mucho más extendida de lo que sospechamos porque transciende los movimientos masivos de personas, la colonización inversa del sur global al norte global disparada por la violencia y la pobreza en su estado más brutal; se anida, también, en esa tendencia a la homogeneización del mundo entero motorizada por la irracionalidad inherente e inexorable del capitalismo. El exilio es entonces un espacio para, en palabras de Adorno, ver la posibilidad en la imagen misma de lo que se hunde; El exilio es un espacio para intentar acompañarnos mientras tratamos de interpretar la época vertiginosa que nos tocó habitar. Sean todos bienvenidos.
